CUBA EN EL ENFRENTAMIENTO CONTRA LA COVID 19

La COVID-19 sorprendió a todos. El gobierno cubano exhibe un esfuerzo temprano por articular los planes y protocolos establecidos desde antes, con el funcionamiento del país, persuadido de que la primera prioridad de un gobierno responsable, es la vida de sus ciudadanos. Y no lo hace solo, sino sintiéndose parte de la respuesta regional y global a una crisis planetaria. 

Las características de Cuba condicionan su respuesta a la pandemia. Su ubicación geográfica y condición insular; su sistema político y social; las formas de organización del Estado y de la sociedad civil, así como la situación de su economía en el momento en que sobrevino la crisis sanitaria, han determinado la consolidación de un modelo autóctono de gestión de crisis. El modelo de gestión tiene en cuenta elementos y peculiaridades de un pequeño país en desarrollo, insertado en un mundo interconectado y globalizado; víctima de un férreo bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos; que busca proporcionar el mayor nivel de justicia y bienestar posible a sus habitantes, en circunstancias muy adversas. 

Entre las fortalezas para enfrentar la crisis sanitaria y lograr una gestión avanzada destacan la consagración de profesionales altamente calificados y comprometidos, muchos de ellos con experiencia internacional; la existencia de un sistema de Salud Pública universal, gratuito, inclusivo, sostenido por un sistema de atención primaria consolidado; la disponibilidad de infraestructura sanitaria y de universidades; la asignación presupuestal del Estado para financiar los gastos de salud y de asistencia social; la industria médico-farmacéutica nacional con productos innovadores, y un potencial científico con capacidad de respuesta a disímiles contingencias. 

La filosofía adoptada por Cuba para gestionar las numerosas crisis que ha superado exitosamente, ha sido prepararse sistemáticamente, sembrar conciencia, construir unidad y generar alineación de los órganos de dirección/administración y de todos los trabajadores con los planes, cultivar el compromiso social y organizacional. 

Cuba comenzó a preparar su estrategia nacional para enfrentar la pandemia a finales de enero de 2020. El Plan de Prevención y Control de la Enfermedad incluyó, entre otros aspectos, la capacitación de los trabajadores de la salud, el refuerzo del Programa Nacional para la Vigilancia de las Infecciones Respiratorias Agudas (IRA) y, de particular importancia, la preparación y extensión de la infraestructura de laboratorio e instalaciones para el diagnóstico molecular del SARS-CoV-2, agente etiológico de COVID-19. El 11 de marzo  de 2020 Cuba confirmó los primeros casos. 

El plan cubano consta de cuatro pilares principales:  

  • Aplicación temprana, o al menos oportuna, de medidas de mitigación / supresión. 
  • Vigilancia masiva y proactiva de las IRA para la detección temprana de casos clínicamente sospechosos de la enfermedad. 
  • Seguimiento de los contactos conjuntamente con el aislamiento temprano de los casos confirmados y contactos. 
  • El desarrollo de un programa racional para las pruebas de laboratorio. 

Cuba desarrolló una búsqueda activa de casos en grandes grupos de población, que identifica los más vulnerables, sospechosos y contactos de casos confirmados, utilizando tanto la reacción en cadena de la polimerasa en tiempo real (PCR-TR) como las pruebas serológicas rápidas en algunos casos. Los casos sospechosos y sus contactos se ubicaban en centros de aislamiento, mientras que los casos con una infección confirmada (sintomáticos o asintomáticos) serían hospitalizados. Esta búsqueda activa se realiza a nivel del sistema de atención primaria de salud (APS), y permitió identificar un gran número de casos.  

El programa cubano sigue las recomendaciones de la OMS de incrementar gradualmente las capacidades de laboratorio para el diagnóstico molecular del SARS-CoV-2 y, lo que es más importante, realizar pruebas diarias para garantizar que no más del 10 % de estas pruebas sean positivas. 

Cuba utiliza varios protocolos clínicos, siguiendo la experiencia internacional y ajustada a nuestra experiencia. Una característica de los protocolos cubanos es la inclusión de nuevos medicamentos desarrollados por la industria biotecnológica nacional, como la Biomodulina T, el surfactante pulmonar Surfacén, el anticuerpo monoclonal Itolizumab, el péptido CIGB 258 y el Heberferon (la combinación de interferón alfa-2b más el gamma). El empleo de estos medicamentos ha sido muy exitoso. 

Las enfermedades infecciosas no conocen fronteras. Si hay una cosa que la COVID-19 ha dejado en claro, es que la cooperación global es una necesidad, no una elección. Cuba está llamando a la adopción de políticas universales, redistributivas y solidarias con el compromiso de no dejar a nadie detrás.. 

La obtención de una vacuna contra la COVID-19 constituyó el principal desafío en los momentos iniciales de la pandemia. Sin embargo, ya contamos no con una sino con varias  vacunas seguras y efectivas disponibles para toda la población, incluida la población en edad pediátrica. 

Durante la actual crisis sanitaria la gestión de gobierno se ha distinguido por ser activa, movilizativa y consagrada. Eso se evidencia en su capacidad para activar el potencial disponible y aprovechar las reservas existentes. Las claves del éxito alcanzado por Cuba al mantenerse en el mejor escenario posible tienen una relación directa con la evaluación acertada del escenario y de sus fortalezas y debilidades ante el mismo. También cuentan la adopción inmediata del protocolo de contención, el diálogo abierto, la colaboración interinstitucional e intersectorial, la participación interdisciplinaria, el despliegue de un trabajo intenso para acelerar las respuestas, una activa comunicación pública, un amplio compromiso ciudadano evidenciado en la activa participación popular y de jóvenes estudiantes y trabajadores, así como la práctica de la solidaridad y la cooperación internacional. 

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